Pequeña alegría en Ribadeo

Estuvimos de excursión en Ribadeo. Empezamos en Chavín, porque aunque estamos muy cerca no se nos había ocurrido visitar el parque donde están los eucaliptos esos plantados a finales del siglo XIX. Ojalá estuvieran sólo dentro del parque...

Después cruzamos lo que era la rasa de Barreiros, uno de los parajes más singulares de la costa; hoy está salpicada de casas y de bloques de apartamentos recién hechos ciscados por el suelo rústico, diga quien diga que eso es suelo urbano... Me enfadé, y mucho, pero luego me llevé una pequeña alegría a la hora de comer. En la comida es donde me refugio últimamente.

En Ribadeo, en la calle San Francisco (una de las que llega a la plaza donde está el famoso edificio Moreno) entramos seguiendo un impulso repentino en La Botellería.Es un bar-restaurante informal, con un comedor acogedor y platos curiosos. Recomiendo los pimientos del piquillo rellenos y rebozados y los postres. Comimos los pimientos, pollo relleno con langostinos, pulpo á feira, mousse de chocolate y arroz con leche, cafés; bebimos dos copas de vino y agua y nos invitaron a un aguardiente de hierbas buenísimo. Total 45 euros.

Seguro que en Ribadeo hay algún que otro sitio de este nivel porque este tipo de locales no están solos, o eso me pareció luego cuando dimos un paseo. Lo que no sé es por qué no los hay donde yo vivo...

Hubo alguna que otra alegría de tipo arquitectónico. Se nota ya a simple vista la rehabilitación de edificios en la villa. Suspiro de alivio, ya que la última vez daba pena recorrerlo y es un conjunto fantástico. 
En cambio, no sé por qué han hecho el ascensor del puerto como lo han hecho. El ambiente del relleno del puerto es como en todas partes, barcos deportivos, explanadas, marisquerías con grandes carteles, y el ascensor que es... pues muy grande y negro.

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